domingo, 29 de marzo de 2009

INTIMIDAD

Aún recuerdo la primera vez, el tacto de sus dedos sobre mi piel, la suave caricia de sus manos recorriéndome, queriendo deleitarse en cada centímetro de ella antes de empezar. Su cara reflejaba una felicidad inocente e ingenua, su curiosidad hacia que mordiese débilmente su labio inferior como queriendo recrearse en ese momento, también para ella era su primera vez. Yo ansiaba el momento pero sabía que ella necesitaba tiempo, que, como mas tarde descubriría, necesitaba seguir un protocolo, tal vez un juego iniciático.
Recorrió una vez mas todo mi contorno, me miro de nuevo, esta vez su mirada reflejaba una clara determinación; ya no quería esperar mas, me acomodo suavemente sobre su cama, de un cajón de la mesilla cogió algo que no llegue a ver en aquel momento, y se recostó a mi lado. Posó su delicada mano sobre mí, y por fin, abrió la cubierta de piel de su primer diario, sobre aquella inmaculada hoja grabo con su rotulador rosa brillante su nombre, Angélica. Una gran sonrisa ilumino su cara. En aquel instante comenzaba la más íntima y fiel amistad entre nosotros, algo que duraría toda una vida. Claro que habría momentos para todo, felicidad, complicidad, retos, el amor, el desengaño, tristeza, desolación, hasta el olvido, pero siempre el reencuentro.

Yo fui el primero, y quiero pensar que el mas importante, su padre me entrego a ella como regalo en su decimocuarto cumpleaños, era una linda jovencita de larga melena melada, fina nariz y dedos alargados, que comenzaba a descubrir el mundo, sus sensaciones, los anhelos y los peligros, toda esa vorágine que envuelve al aprendiz de persona, que le desorienta, le anima, le hunde y eleva al cielo en una espiral de emociones y golpes.
Recuerdo sus primeras confesiones, ingenuas y transparentes, todo versaba alrededor de su pequeño mundo; su familia, con la pequeña Clara recién llegada, sus amigas, el colegio, su afición al patinaje, que tantas ilusiones y sacrificios traería, sus primeras inquietudes… en fin, pequeños-grandes secretos, todo era cuestión de tiempo. Y el tiempo pasó, bastaron apenas unos meses para que su mundo, nuestro mundo, diera el primer vuelco. El amor entró con toda su fuerza y con él un torrente de nuevas sensaciones desconocidas que ansiaba descubrir entre curiosidad y temor.
Aquella noche, mientras escribía sobre mí, notaba su excitación impresa en mi papel, aquel muchacho le había mirado como nunca nadie lo había hecho, aunque desconocía el porque de tal turbación, su corazón se había acelerado, sus mejillas sonrojado, y sus amigas riéndose con ella sin saber de qué ¡y se sentía feliz!, ¿Qué raro? normalmente le fastidiaba que los chicos la molestasen…inocente despertar.

Noche tras noche fuí fiel depositario de sus más íntimas vivencias, de deseos que solo a mí confesaba. Aquel primer roce de sus manos en la pizarra, la premeditada confusión en las bebidas del burger, el paseo en silencio hasta la esquina de casa.
Ya en verano su primer beso, limpio y fugaz, detrás de la fuente del parque, el sonido del agua al caer hacía que todo alrededor se detuviese en ese justo instante. Aquel verano fue el más calido, y el más corto.
Noté el agua, pero no, eran sus lágrimas. Llegó el otoño, ya nada era igual, la distancia, otra ciudad y su corazón descubrió el primer dolor, ese que hace a los humanos tan frágiles, tan indefensos a todo, el desamor.
La tristeza se adueñó de nosotros, vió pasar los días, las semanas, grises, con niebla en el alma, hubiera querido acariciar su cara con mis hojas pero era fiel amigo en silencio.

Todo, poco a poco, retomó de nuevo su curso.
La victoria; esa alegría pletórica cargada de euforia y desbordantes risotadas. Nuestro primer triunfo, y digo nuestro porque yo compartí como nadie toda su lucha, sus agotadoras horas de entrenamiento, sus privaciones, sus fantasiosos sueños de gloria y superación. ¡Que dulce fue aquella primera medalla! vi como sentía el universo girar a su alrededor, nuevos retos, grandes promesas y un largo camino por recorrer.
Pero también conocimos el dolor, la frustración, el frio muro que corta el paso a las aspiraciones. Aquella lesión se llevo su mundo, y parte del mío.
Yo también sentí ese dolor, no solo el suyo. En su penar, dentro de su desesperación arrancó aquellas páginas en las que guardábamos los planes a seguir, las ilusiones truncadas, las pruebas de lo que ya no sería…
Por primera vez aquel dolor era el mío, me sentía mutilado, desconcertado ante aquel tormento injustificado ¿Por qué me dañaba quien tenia mi devoción depositada? Durante semanas no quiso saber de mí, y yo, tal vez no quería que volviese a tocarme.

Volvió, y yo no supe negarme, quizás por su mirada, mas profunda, menos niña, o tal vez sus dedos que de nuevo me acariciaban…

De nuevo el tiempo fue pasando entre los dos, y con él llegaba mi fin, las páginas repletas de ella se agolpaban unidas a otras añadidas. Engorde, ya casi no podía cerrar mis tapas, así llegaron los demás, también queridos, pero siempre después de mí.

Yo seré siempre el primero, aquel que compartió su despertar, el primer beso, la perdida de la inocencia, la voluntad férrea, la humanidad de su alma…sus primeros pasos en la vida. Y, cuando quiera volver la vista atrás, siempre volverá a mí.




Noviembre 2007

1 comentario:

PHAROS dijo...

hablas si fueras un hombre en mente de el sissiisiis
me gusta
bessos