martes, 17 de febrero de 2009

LA MIRADA DE LO QUE FUE

Pestañeó, un segundo.
La puerta se abrió, y una joven pareja entró en el local. La voz de Amy envolvía el ambiente con su natural desdén, y el comienzo del otoño se hacía más patente detrás del ventanal.
Laura, tras el mostrador, recogía ensimismada la vajilla amontonada en la bandeja, sus manos, finas y blancas, guardaban vasos y copas en los diferentes estantes de la pared. Mario, un habitual del local, apuraba su copa nocturna como cada noche mientras ojeaba los mensajes de su móvil.
La camarera se volvió y miró hacia los jóvenes, que se habían sentado en la mesa que presidia el amplio ventanal. El chico, después de unos instantes, se acercó hasta la barra.
--Un bourbon y un capuchino –se sentó en un taburete y miró a su alrededor, recorriendo con la mirada cada rincón del local.
Laura, junto a la cafetera, le sonrió.
--¡Ummm…! un capuchino, ahora ya es oficial, el otoño ha llegado –declaró feliz Laura.
Mientras dejaba salir el café, la camarera preparó delante de él su bourbon.
--Un hielo, en vaso bajo –el muchacho le miró a los ojos al hablarle-- ¿llevas tiempo aquí?
--Unas semanas –el tono de ella dejó claro que no deseaba conversar.
Se volvió a coger el café, su piel se erizó por completo al acercarse a la máquina, en aquel momento la voz de Mario le sobresaltó.
--Ponme la última, nena --el hombre blandía la copa vacía en alto--, hoy debo recogerme pronto, mañana me mandan fuera.
Laura volvió a sonreír y fue a por la botella preferida de Mario.
La camarera preparó su combinado con toda dedicación; un gin-tonic, corto de ginebra, perfumado el vaso con un gajo de limón, un chorrito del mismo en la bebida, y un pequeño giro con la cuchara.
Perfecto, como solía hacérselo Laura.
Mario era un viejo cliente, cada noche terminaba la jornada en su bar, y siempre en el rincón que había junto a la registradora. Pasaba diez horas al volante de su peculiar ambulancia, llevando, normalmente, ancianos de sus casas a rehabilitación. Solía amenizarles el viaje con toda clase de música y variados entretenimientos. Era un loco adorable que siempre le hacía sonreír.
La pareja hablaba entre susurros y arrumacos, la tenue luz del local invitaba a perderse en confidencias de enamorados, de vez en cuando se decían cosas al oído. Laura tenía la sensación de que era de ella de quien hablaban.
--Bobadas… –pensó mientras se acercaba a la registradora.
Eran cerca de las doce, los jóvenes se levantaron de la mesa, sus manos entrelazadas y una mirada fundida en sus ojos.
Mientras él abonaba las consumiciones, ella, recostada, soplaba un cálido suspiro en los pequeños rizos que salían de la nuca del muchacho.
--Buenas noches chicos –la camarera se despidió con un tono más amable--, que terminéis bien la noche.
--Qué pena –musitó la muchacha a su acompañante, antes de dirigirse hacia la puerta—, con lo bonito que es este lugar.
Laura los miró mientras salía de la barra, a recoger la mesa. Se paró frente a ellos, justo delante de la barra.
--Si, creo que fue en la mesa del ventanal donde la agredieron –indicó el chico con la mirada--, justo cuando la recogía, y allí la encontraron muerta –se volvió hacia la barra--. Buenas noches –terminó por decir.
La camarera los vio marchar desde detrás de la barra.
Salieron.
Laura pestañeó. Un segundo.
La camarera salió a recoger la mesa que había junto al ventanal.

Octubre 2008

2 comentarios:

PHAROS dijo...

guay

PHAROS dijo...

lAS HISTORIAS EN UN BAR SON MARAVILLOSAS ME GUSTA LA IDEA, ME GUSTA QUE EL PROTAGONISTA SEA NO LA CAMARERA SINO OTRO CLIENTE NO SE PIENSALO ME FASCINA LA IDEA LA MADURO Y TE LA COMENTO BESOS